Peggy Ahwesh

2 marzo, 2006 - 23 marzo, 2006
Lugar
Edificio Sabatini, Auditorio
Comisariado
Perry Bard
Documentos
Peggy Ahwesh. The Deadman,1989
Peggy Ahwesh. The Deadman,1989

Ahwesh comienza a hacer películas a principios de la década de los ochenta, proyectando toda la efervescencia del punk en la materia fílmica. Según Eileen Myles, la casa Kodak solía entregarle con cada rollo de película, ya procesado, una paciente explicación de lo que “había hecho mal”. Al igual que Andy Warhol, Ahwesh deja a sus actores completa libertad sobre el terreno, pero les proporciona unos límites de clausura que no concibe el creador de Sleep (1963), al que la artista rinde homenaje en The Fragments Project (1985-1995).

El universo de las películas de Ahwesh es indiscutiblemente femenino. Sin embargo, la feminidad que emana de piezas como The Color of Love (1994), the vision machine (1997) o la más reciente She Puppet (2001) se encuentran lejos del ideal femenino del cine comercial y de género, a pesar de dialogar intensamente con él. Su reino es el de las sofocantes garras de la cultura. Si en The Color of Love consigue crear una extraña sensación de distanciamiento respecto a los códigos del cine pornográfico utilizando la música del bandoneón de Astor Piazzolla como fondo de una escena tan voluptuosa como patética, en She Puppet es el lenguaje de los videojuegos el que resulta transgredido a través de un sutil remontaje de Tomb Rider, el videojuego protagonizado por Lara Croft. La ironía sobre la imagen del cuerpo femenino convertido en objeto de explotación sexual que plantean los géneros comerciales aparece ya en su primera película, The Scary Movie (1993), donde dos chicas con bigotes y patillas pintados ríen y chillan mientras se manosean profusamente en una especie de imitación del sexo cuando aún no se sabe qué es.

Retomando las palabras de Myles: “En las películas de Ahwesh jamás podemos olvidar que la mujer es un animal. Algo hermoso, salvaje, patético, rezagado. Algo que suplica ser filmado. (...) El héroe de Peggy es la mujer anónima, un monstruo si la interpretas de una manera, una deidad, una dignataria cautiva, si la interpretas de otra. (...) En toda su operación hay algo travieso. Somos un misterio para nosotras mismas”.