Las viñas

Juan Manuel Díaz Caneja participa en los años veinte del ambiente de la vanguardia parisina desarrollando una obra que refleja el conocimiento del cubismo, una influencia que se extiende a la evolución posterior de su trabajo. A partir de la Guerra Civil, Díaz Caneja se centra exclusivamente en el género del paisaje, y reinterpreta esta temática a lo largo de toda su trayectoria, como modo de aproximación íntima a la experiencia del exilio interior en la que reverberan los debates republicanos acerca de la cuestión rural. La renovación formal que incorpora la pintura de Díaz Caneja en el aislado panorama plástico de la España de los años cincuenta, parte de una radical simplificación en la construcción de la imagen, esquematismo con el que persigue identificar la luz y la naturaleza del paisaje castellano. Caneja depura progresivamente su cromatismo matizado en manchas de color, en composiciones que, aunque mantienen como referencia el límite del horizonte, bordean la abstracción. La obra de Díaz Caneja refleja la supervivencia de un género tradicional y académico pasado por el tamiz de los lenguajes plásticos de la vanguardia y asociado a un entorno tan connotado como el del paisaje castellano. La representación de este artista en las colecciones del Museo Reina Sofía se completa con el legado efectuado por su esposa, Isabel Fernández Almansa, en 1998.