Sala 201.01
Madrid 1900
El Madrid que se viste con mantones de Manila y baila al compás de un organillo refleja solamente una porción de una ciudad que estrena el siglo XX con el objetivo de ser moderna como les ocurría a otras urbes europeas. En este proceso de transformación, la arquitectura y la ingeniería serán dos elementos fundamentales para alcanzar la meta de progreso y cultura en forma de ensanches e infraestructuras que darán un giro a la vida social de una villa que era «improvisación y tenacidad».
Aunque el Plan Castro de 1860 había supuesto el crecimiento ordenado de la ciudad tras la destrucción de los restos de muralla, su actuación se concentró en las extensas zonas ganadas extramuros en las que se levantarían los nuevos barrios. Sin embargo, el corazón de la ciudad mantenía esa imagen vetusta que quedaba lejos de la modernidad perseguida, lo que motivará que se plantee la reforma interior de su centro histórico, aunque para ello hubiese que suprimir calles, viviendas, iglesias o conventos. Aparecerá ahora el Proyecto de reforma de prolongación de la calle de Preciados y enlace de la plaza del Callao con la calle de Alcalá firmado por José López Salaberry y Francisco Octavio Palacios que no es otra cosa que la apertura de la Gran Vía madrileña, una nueva calle que recorría la ciudad vieja de este a oeste. El nuevo vial se va a conformar a base de edificios de imponente arquitectura que servirán como hoteles, viviendas o equipamientos culturales, mientras que otros inmuebles albergarán la sede de las empresas importantes del momento como la Compañía Telefónica Nacional de España.
Existirán otras iniciativas que no se llevarían a la práctica, pero que vienen a sancionar ese deseo de progreso urbanístico. Es el caso de la propuesta de José Luis de Oriol que, en 1921, presentará su propio plan de reforma interior consistente en la apertura de vías rectas que atravesarían el centro uniendo algunos de sus puntos más relevantes mediante amplias avenidas y plazas.
Relacionada con estos nuevos trazados que se superponen a la ciudad vieja y que expanden a la nueva, la movilidad va a ser un elemento indispensable. La ciudad crece considerablemente y la necesidad de desplazarse favorece la aparición, cada vez en mayor medida, de vehículos privados que ofrecen marcas como Chevrolet, Pontiac o Buick. Además, siguiendo el ejemplo de lo practicado en otras ciudades extranjeras, en 1919 entra en servicio el Metropolitano Alfonso XIII con el trayecto de Sol hasta Cuatro Caminos en lo que sería un cambio revolucionario para el transporte urbano madrileño que mirará también ahora hacia el subsuelo.
La cultura y el deporte también van a servir para que la arquitectura y la ingeniería ayuden a cambiar el rostro de la ciudad aportando la dosis de vanguardia necesaria y lo harán, en parte, gracias a grandes infraestructuras como la sede del Círculo de Bellas Artes, ideada por Antonio Palacios. En el ámbito deportivo, se levantarán obras igualmente imponentes como el Frontón Recoletos o el nuevo Hipódromo de la Zarzuela. La construcción de este último va a permitir, además, la expansión de la ciudad hacia el norte, sobre los terrenos del antiguo recinto hípico, con la prolongación de la Castellana. Con relación a esta última, sobresale el plan ideado por Zuazo y Jansen que reproducía, a ambos lados de la vía, complejos de viviendas que seguían lo que ya había testado el primero en la Casa de las Flores.