Sala 203.01
A principios del siglo XX, España se encuentra en plena crisis del 98, por lo que la clase política decide por consenso permanecer neutral en la Primera Guerra Mundial. Debido a su neutralidad, el país se desarrolló económicamente, y Barcelona y Madrid potenciaron sus relaciones con Europa, adquiriendo renovados aires cosmopolitas. La llegada a Madrid de artistas internacionales que huían de la guerra ayudó a crear un grupo heterogéneo de creadores que, acostumbrados a trabajar en proyectos interdisciplinares, acabaron conformando la experiencia ultraísta.
Durante la Primera Guerra Mundial, los cafés de Madrid se convirtieron en el gran espacio de sociabilidad y transformación cultural, surgiendo diversas tertulias en torno a personajes como Ramon Gómez de la Serna o Rafael Cansinos Asséns. En el ámbito de las artes plásticas tuvieron lugar acontecimientos importantes, como la exposición Pintores íntegros, organizada por Gómez de la Serna en 1915, la exposición de Celso Lagar en 1917, o la colectiva de los artistas polacos afincados en Madrid Lucia Auerbach, Wladyslaw Jahl, Józef Pankiewicz, Marjan Paszkiewicz, Tadeusz Peiper y Waclaw Zawadowski, en 1918. En ese mismo año el Ateneo de Madrid empezó a acoger a algunas de las voces discordantes de la cultura oficial, generándose en la ciudad un ambiente protovanguardista.
En este periodo se instalaron en Madrid artistas como el matrimonio compuesto por Sonia y Robert Delaunay, o los polacos Marjan y Józef Pankiewicz, que además abrieron sus respectivas boutiques de decoración. Pero es significativa, ante todo, la llegada de Vicente Huidobro, quien en 1918 aterriza en la ciudad revelándose fundamental para el devenir de la vanguardia en España. El poeta chileno frecuenta la tertulia del Café Colonial de Cansinos Asséns, donde ofrece lecturas públicas de sus poemas y organiza veladas literarias para un selecto grupo de personajes de la cultura nacional e internacional. Publica además cuatro de sus más importantes libros, Poemas árticos, Ecuatorial, Tour Eiffel y Hallali, y da a conocer su innovadora publicación parisina Horizon carré. Huidobro se convierte en el portavoz de las vanguardias internacionales, transmitiendo información que será ávidamente absorbida por una nueva generación de poetas que reconocerán su impronta en la formación del ultraísmo. En este ambiente internacional destacan también las ilustraciones para las revistas y publicaciones ultraístas que realizaron Rafael Barradas, Norah Borges, Marjan Paszkiewicz y Wladyslaw Jahl, con una gráfica heredera del expresionismo alemán. Es en el espacio de las publicaciones donde se puede reconocer una línea común entre los diferentes artistas relacionados con el movimiento.
Esta primera vanguardia española, constituida con diferentes recursos del futurismo, el cubismo y el dadaísmo, fue el resultado de la unión de diferentes agentes en su búsqueda de una estética moderna. En esta búsqueda, la ciudad de Madrid como símbolo de la modernidad fue fundamental, de ahí el protagonismo de esta en las diferentes imágenes poéticas y plásticas del movimiento. En 1910 comenzaron las obras de la Gran Vía y en 1919 se inauguró la primera línea de metro. Ambas intervenciones en la ciudad, junto con el viaducto de Segovia (con su audacia moderna y su sentido trágico), formarán una especie de mitología visual del Madrid moderno. También ciertos cafés en los que los ultraístas socializaban y, en especial, el de la glorieta de Atocha en el que Barradas se reunía con Alberto Sánchez, lugares que pasan a formar parte de este imaginario.