Sala 400.01
Las imágenes de la victoria se van a situar en directa contraposición a las de la retirada. A diferencia de la visión de la desorganización de los exiliados, la plasmación de la idea triunfante de los vencedores destaca por incidir en la férrea organización espacial de los desfiles que celebran la victoria. De la masa sin nombre que huye hacia el exilio pasamos a ensalzar la individualidad de los vencedores. De la destrucción que dejan atrás los republicanos y del campo de refugiados como espacio inhabitable a la reconstrucción del país propiciada por el nuevo gobierno.
El nuevo régimen será consciente del papel del arte en su propósito de oficializar la victoria. Desde la arquitectura, tanto en el fondo como en la forma, se va a materializar esta idea en la década de 1940 con proyectos oficiales impulsados por el régimen franquista. Aunque a lo largo de la dictadura se hará efectivo un estilo oficial, entroncado con las formas herrerianas y escurialenses, que supondrá un retroceso evidente en contraposición a la apuesta innovadora de la arquitectura proyectada durante la II República, el lenguaje moderno será evidente en la obra de algunos arquitectos que trabajarán durante el régimen.
Entre los proyectos más importantes del momento, sobresale, con una indiscutible intención triunfalista, el de la conversión del paraje de Cuelgamuros en lo que se acabará conociendo como el Valle de los Caídos. De las diferentes propuestas que se presentaron al Concurso de Anteproyectos para la Gran Cruz en el Monumento Nacional a los Caídos resultaría ganadora la que firmaron Luis Moya, Enrique Huidobro y Manuel Thomas con una cruz que emulaba un gran relicario: la cruz como símbolo de una nueva era se levantaría triunfante casi como castigo a la laicidad de la República. A ese mismo concurso se presentó un joven Francisco de Asís Cabrero con una propuesta influenciada, indiscutiblemente, por el Palazzo della Civiltà Italiana de Giovanni Guerrini, Ernesto Lapadula y Mario Romano. Sin embargo, su proyecto no fue aceptado ya que el autor no había obtenido aún el título de arquitecto en el momento de la convocatoria.
Años más tarde, Cabrero se alzará, esta vez sí, con el triunfo en otro concurso a instancias del régimen, aquel que se convoque para la construcción de la Casa Sindical de Madrid en 1949. Sobre un anteproyecto realizado únicamente por Cabrero, este y Rafael Aburto adaptarán la propuesta definitiva que, una vez más, encuentra paralelismos con la arquitectura fascista de Mussolini y que superará a los presentados por otros arquitectos, entre los que se encontraba José Antonio Coderch.