Jacinto Salvadó

El punto de partida de esta muestra es la donación de la viuda de Salvadó, Marcelle Salvadó, de veintiuna obras del pintor catalán a la Colección del Museo Reina Sofía, lienzos que ahora se exponen junto a otras de sus primeros años que completan la exposición y aportan una perspectiva de conjunto de la producción de Salvadó.

Los años de formación de este artista vienen marcados por su contacto con el Noucentismo en Barcelona. Su interés por la técnica de la pintura al fresco durante sus inicios le proporcionará su primer trabajo tras su llegada a París en 1919, una ciudad que ya había visitado con anterioridad cuando su vocación no estaba aún afianzada. Trabajando para el pintor Marcel Lenoir, Salvadó comienza progresivamente a hacerse un nombre, entrando en contacto con los artistas de su generación. Su formación con el escultor Antoine Bourdelle durante sus años en la academia La Grande Chaumière será enormemente enriquecedora, visitará las exposiciones de arte de vanguardia y conocerá a Jacques Lipchitz y Ossip Zadkine.

José Dalmau será el primero en ofrecerle a Salvadó una exposición individual que fue celebrada en 1921. A su vuelta a París comienza a trabajar para uno de los padres del fauvismo, André Derain, que había retratado a Salvadó con un traje de arlequín. Más tarde Picasso pedirá al artista catalán que pose igualmente disfrazado dando lugar a cuatro retratos que alcanzarían una gran fama posteriormente. Como pago Picasso le vendió tres de las obras de Salvadó a un conocido marchante.

Su participación en el Salon des Tuileries por recomendación del crítico Waldemar George llevó al artista a firmar un contrato de exclusividad con la prestigiosa galería Bing. Durante los años treinta y parte de los cuarenta, Salvadó combina abstracción y figuración. En 1931 regresa a España donde comenzará a buscar un lenguaje propio alejado de toda conexión con los ambientes artísticos. A través de la asociación Allianz en Zúrich, ciudad a la que se traslada, entrará en contacto con la generación de artistas concretos de la que Salvadó formará parte y entre los que se encontraban nombres como Max Bill, Jean Arp, Sophie Taeuber-Arp, Paul Klee o Le Corbusier. Durante estos años el artista español consolida una pintura geométrica que permanecerá hasta mediados de los cincuenta, momento en el que vuelve a introducir la figura.

Tras su experiencia de 1948 a 1956 en el Salon des Réalités Nouvelles y su paso por el informalismo que le reportó la resonancia mediática perdida, Salvadó recupera la abstracción geométrica a principios de la década de los setenta. La influencia determinante del pintor Auguste Herbin y una voluntad renovada llevan al artista a realizar las mejores obras de su producción. El color se apodera de los lienzos y las composiciones geométricas se afianzan y se llenan de personalidad. Realiza numerosas exposiciones dentro y fuera de España. Su estilo aparece ahora como plenamente realizado y lleno de libertad e innovación, continuando así hasta el final de sus días.

Las cerca de cuarenta pinturas recogidas en esta exposición son la máxima prueba de la importancia de Salvadó para el desarrollo de las vanguardias, un artista que supo encontrar el estilo que le permitió formar finalmente parte de la historia del arte español.