Sergi Aguilar (Barcelona, 1946) es uno de los principales escultores españoles de las últimas generaciones. Sus creaciones, entroncadas con el Minimalismo, supusieron un hito para la escultura española en los años de la transición. Formado en el seno de una familia de fuerte raigambre artesanal, un viaje a París en 1965 le pone en contacto con la obra de Brancusi, Julio González y los constructivistas rusos. Esta experiencia le inclina hacia el mundo escultórico, al que se consagra definitivamente a partir de 1972.
Sus trabajos en hierro enlazan estéticamente con el Minimalismo y la tradición geométrica, con una gran pureza formal. El dibujo y los bocetos preparatorios han tenido una gran importancia en su obra, y ha derivado hacia trabajos sobre planos, con incorporación de la realidad tangible a través de la fotografía. De la obra de Aguilar se desprende un concepto rígido de racionalidad y depuración que ha evolucionado hacia una expresión abstracta del vacío, del hombre y su entorno. Para Aguilar el espacio supera los límites del entorno, envuelve al hombre, lo prepara de una forma racional hacia espacios propios, donde poder desarrollar sus más íntimas convicciones.
La propuesta de Aguilar sitúa el paisaje como tema vertebral en al articulación de su discurso escultórico y su obra monumental forma parte de diversas instalaciones públicas, especialmente en Cataluña. Hasta los años 90 su trabajo se corresponde con unas estructuras geométricas relacionadas entre sí en cuanto al espacio-lugar y a su manera de describirse constructivamente. A partir de ese momento se produce un cambio conceptual, las obras remiten a geometrías y geografías a partir de experiencias personales en diferentes viajes. El artista muestra una necesidad de relacionar la obra con los límites y estructuras reales. Términos como frontera, construcción y signo son el punto de partida en sus últimos trabajos.
La exposición para la Abadía de Santo Domingo de Silos está formada por sietes piezas reunidas bajo el título de Perimetrías, en lo que es un resumen de todo el universo plástico de Aguilar. Al tiempo que las esculturas se muestran cercanas, envolventes e incluso misteriosas, el conjunto se percibe con cierta frialdad y distancia respecto al espectador. La muestra se compone de una serie de mesas sobre las que hay unos dibujos donde se pueden observar planos-mapas con sus signos correspondientes que se sobreponen y se transfieren, creando otros lugares o espacios con los que el artista busca crear un lugar de reflexión sobre una lectura acerca de otras relaciones.
Datos de la exposición
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