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Los presentes disconformes suelen mirar hacia atrás, con el objetivo de descifrar lo aún pendiente del pasado inconcluso, y hacia adelante para inventar futuros a construir. Es su modo de no resignarse a que la síntesis poshistórica de la actualidad neoliberal dé todo conflicto histórico por resuelto.
Bajo esta premisa, la exposición Tiempos incompletos (Chile, primer laboratorio neoliberal) recurre a la memoria como cruce productivo y entreabierto de diferentes vectores temporales que releen críticamente la dictadura y la transición chilenas desde sus líneas de continuidad, sus saltos y bifurcaciones. La exposición propone un diálogo entre las producciones de dos artistas chilenos contemporáneos (Patrick Hamilton y Felipe Rivas San Martín) y la revuelta estudiantil feminista de mayo 2018. El sorprendente punto de encuentro entre estas tres instancias provoca una ruptura crítica que pone en tensión los relatos uniformes de la secuencia chilena dictadura - transición.
El golpe militar de 1973 en Chile marca el quiebre de la narrativa histórica de Unidad Popular y la instauración de una dictadura encabezada durante 17 años por Augusto Pinochet. Las imágenes emblemáticas del bombardeo de La Moneda y de la muerte de Salvador Allende insertas en la serie fotográfica del artista Felipe Rivas San Martin ven interceptada su memoria trágica por la tecnología del código QR. Una tecnología habilitada en los años noventa para servir expeditamente (“Quick Response”) a los intercambios informáticos y comerciales del presente neoliberal que busca operacionalizar todos los datos en sus redes de almacenamiento y control. Los “niveles de resistencia al daño”, fríamente calculados por el código QR para que el consumo informático transcurra sin fallas, tornan, gracias al contraste sugerido entre lo indemne y lo accidentado, todavía más conmovedor el recuerdo sufriente de aquellos cuerpos expuestos a la violencia militar. Cuerpos que debieron aguantarlo todo (la persecución y la tortura) y que, después de haber padecido maltratos y deterioro, soportaron además que el pacto cívico-militar de la democracia vigilada que se instaló en la década de los noventa mantuviese casi intacto el texto de la Constitución firmada en 1980 por el que fuera dictador. La inserción pictográfica del código QR, que agujerea la memoria histórica de la dictadura y la transición chilenas, nos lleva a preguntarnos cuál fue la máxima violencia (¿política o económica?) aplicada para destruir los símbolos y afectos comunitarios de la tradición de izquierda forjada en torno al ideario del gobierno derrocado de la Unidad Popular.
La consolidación de la dictadura de Pinochet combinó el terrorismo de Estado con aquella “doctrina del shock” económico elaborada por los Chicago Boys, economistas chilenos que fueron discípulos predilectos de Milton Friedman en la Universidad de Chicago, para convertir a Chile en el primer laboratorio del neoliberalismo a escala mundial. Centrándose en este motivo, el artista Patrick Hamilton desglosa los archivos de la edificación neoliberal cimentada en el libro El ladrillo (1973), que resume las bases de la política económica de la dictadura chilena: desmantelamiento del Estado y fortalecimiento del libre mercado, privatización de las empresas, reformas del sistema previsional, modificaciones de la legislación laboral, etcétera. Hamilton pone a trabajar una memoria arqueológica que escarba en el pasado, pero sin dejar de amarrar los hilos del ayer chileno con el agresivo retorno a los Chicago Boys que hoy proclama el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil. El color rojo de sus imágenes de archivo (que remite en un juego de doble sentido al proceso de revelado fotográfico y su sensibilidad espectral, y, al mismo tiempo, a la revelación crítica) nos recuerda en clave cromática que el neoliberalismo fue salvajemente impuesto a sangre y fuego en un Chile arrasado. Pero la alta temperatura asociada al rojo funciona también como transmisora calórica de solidarias energías de rescate. Al estar revestido de los colores de la bandera anarcosindicalista, el objeto-ladrillo como material de construcción se vuelve “refractario” (negatividad y resistencia tenaz) a la explotación de la mano de obra y a los efectos de la especulación inmobiliaria. La torsión materialista del “ladrillo” conjuga lo discordante de un anverso y un reverso: por un lado, la expropiación de la fuerza de trabajo en provecho de la ganancia empresarial; y, por otro, la restitución combativa de la historia del sindicalismo revolucionario.
La izquierda militante, cuyo recuerdo evoca la serie de Rivas San Martín (una serie desviada hacia lo queer por el giro paródico del título Resistencia al daño. QueeR Codes), se volvió heroica y monumental a cuenta de haber tenido que eliminar de su discurso viril los dobleces y texturas de la sexualidad y del género. Ambas dimensiones negadas reaparecieron de manera explosiva en las marchas y protestas chilenas gracias a la revolución feminista de mayo de 2018. Sus movilizaciones retomaron la consigna de “No + lucro” con la que el movimiento estudiantil del 2011 había impugnado tanto las leyes del mercado como la gramática neoliberal que fabrica subjetividades dóciles. Esta insurgencia feminista no solo remeció la arquitectura patriarcal de los poderes instituidos (religiosos, culturales, sociales y políticos) que había seguido normando la transición chilena, también propagó por la sociedad entera el impulso libertario de experimentar colectivamente un mundo que rompiese sus ataduras. Uno de los carteles aparecidos en mayo de 2018 durante la toma de la Pontificia Universidad Católica en Santiago de Chile (una Universidad cuya Escuela de Economía convirtió al neoliberalismo en dogma) decía: “Tiemblan los Chicago Boys. Aguante el movimiento feminista”. Este cartel feminista nos recuerda que nunca es tarde para que ciertas pulsiones emancipatorias fisuren el bloque de una hegemonía neoliberal (la de los Chicago Boys) instaurada más de cuarenta años atrás, haciendo un llamado de futuro que deberá completarse mediante el entrecruzamiento plural de expansivas voluntades de cambio.
La intercalación de los tiempos —pasados, presentes y futuros— que sacuden estas tramas del neoliberalismo en Chile mantiene los estratos de la memoria social en variación continua para que los ejes de la temporalidad histórica (retrospección y prefiguración) puedan operar virajes sorprendentes capaces de romper el ordenamiento lineal dictadura - transición - postransición.
Datos de la exposición
Nelly Richard
Muestras documentales, Biblioteca y Centro de Documentación
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